MAKING A FEMINIST INTERNET IN AFRICA: WHY THE INTERNET NEEDS AFRICAN FEMINISTS AND FEMINISMS
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https://www.genderit.org/es/editorial/haciendo-una-internet-feminista-en-africa-por-que-se-necesitan-feministas-y-feminismos
HACIENDO UNA INTERNET FEMINISTA EN AFRICA: POR QUÉ SE NECESITAN FEMINISTAS Y FEMINISMOS AFRICANOS EN INTERNET
8th Abril 2020
La expresión “estamos viviendo un momento interesante” nunca fue más cierta que ahora. Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una pandemia global por el nuevo coronavirus, llamado Covid-19, la mayoría de los medios de comunicación e internet desbordan información y desinformación sobre el virus, la forma de contraerlo, la forma de contagio y la mejor manera de protegernos a nosotros/as mismos/as y nuestros seres queridos. Yo también me siento perdida en múltiples laberintos de información y actualización sobre el virus, y me inquietan mis seres queridos, amigos/as y compañeros/as de trabajo del mundo entero. En estos tiempos de cuarentena y aislamiento tanto recomendados y decretados, como autoimpuestos, internet y otras tecnologías de comunicación se han convertido en un salvavidas para mucha gente.
Dado que se cancelaron y pospusieron muchos encuentros y reuniones, la solución inmediata a la que la mayoría recurre es “bueno, entonces, reunámonos en línea” y es aquí, precisamente, donde se encuentra el problema: en el hecho de considerar a internet como la solución para un problema social, como un santo remedio para la comunicación, e imaginar que hay igualdad en el acceso, el uso y la representación en internet, todo lo cual es falso. Y ese es el motivo por el cual necesitamos aún más feministas y feminismos africanos tanto en internet, como acerca de y entorno a internet, para contrarrestar la idea de que la tecnología nivela el campo de juego para todos/as y es una solución infalible para todos los problemas.
¿Qué tiene que ver la actual crisis mundial del Covid-19 con un encuentro de activistas en África para “crear” una internet para feministas? La verdad es que tiene mucho que ver. Cuando el proyecto Todas las mujeres cuentan – Dominemos la tecnología!(AWC-TBTT!) del Programa de derechos de las mujeres (PDM) de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) decidió convocar el encuentro Making a Feminist Internet in Africa [Haciendo una internet feminista en África] (#MFIAfrica) en octubre de 2019, el objetivo estaba claro. Había que encontrar y reunir a un grupo lo más diverso posible de activistas, pensadores/as, artistas y feministas de África para hablar sobre tecnología, internet y poder, así como el impacto que tienen sobre nuestra vida y nuestro trabajo. Este no fue el primer encuentro de este tipo, pero fue la primera vez que se llevó a cabo en África, con – y para – feministas y activistas africanos/as.
Había que encontrar y reunir a un grupo lo más diverso posible de activistas, pensadores/as, artistas y feministas de África para hablar sobre tecnología, internet y poder.
Los encuentros comenzaron en abril de 2014, cuando el Programa de derechos de las mujeres convocó un encuentro de mentes e ideas para explorar cómo sería una internet feminista. El equipo ya había sentido esa curiosidad y venía trabajando en el área de tecnologías y su incidencia a la hora de modelar la realidad vital de mujeres, personas LGBTIQA, personas con discapacidades y el colectivo de personas que existen en los márgenes de las sociedades normativas. Los resultados del encuentro fueron el contenido del primer borrador de los Principios feministas de internet (PFI), un trabajo y análisis feminista en constante evolución para entender el papel que tienen internet y la tecnología en nuestra vida. Desde entonces, ha habido muchos más encuentros de MFI en Europa oriental, América del Sur, el sudeste asiático, Asia y, últimamente, África.
Muchas cosas han cambiado en el paisaje mundial de la tecnología e internet desde que se realizó el primer Imagina una internet feminista, en 2014. En Kenya, por ejemplo, el uso activo de internet tuvo un incremento de 15 millones de usuario/as entre 2015 y 2019. Este cambio es visible, sobre todo, en plataformas sociales como Twitter y Facebook, donde se oye un poco más la voz de las mujeres, hay algo más de visibilidad (aunque no la suficiente) de las personas LGBTIQA y hay más voces africanas anotando puntos antiguos y actuales directamente en línea. Esto se ha hecho visible también debido al aumento de la incidencia y denuncia de violencia de género en línea, y violencia facilitada por la tecnología. La velocidad de los cambios en el ámbito de la tecnología incide significativamente en el modo de funcionamiento y la evolución de nuestras sociedades. La tecnología ha empujado a comunidades enteras a estar en línea y, fuera de línea, a habitar un espacio donde las realidades en línea y los conflictos emergentes no cuentan con procedimientos y recursos para su solución. La violencia de género en línea, por ejemplo, ha sido una preocupación creciente para muchas mujeres, personas LGBTIQA y de identidad de género disidente, pero la legislación que reconoce y actúa sobre ese tipo de ataques y de violencia es una gran ausente en muchos países africanos. Por eso, el espacio en línea se ha convertido en un “espacio seguro” para las personas y las comunidades de personas que atacan a las mujeres, las personas LGBTIQA y de género no binario, que pueden salir impunes. Este puente entre nuestra comprensión y aprendizaje sobre lo inextricable que son nuestras vidas y realidades en línea y fuera de línea es un trabajo importante que el Programa de derechos de las mujeres y miles de otras activistas y voces presentes en línea siguen haciendo. De muchas maneras, internet parece un nuevo mundo salvaje que corre peligro de repetir las normas e ideas opresoras que han existido en el mundo desigual en el que hemos vivido. La desigualdad de acceso y de representación en internet es una réplica inmediata de la opresión y supresión existentes. La voz y la historia particulares de África en esta dinámica debe ser una narrativa en voz alta y poderosa que desplace la tendencia blanca dominante hacia una internet diferente y más inclusiva.
De muchas maneras, internet parece un nuevo mundo salvaje que corre peligro de repetir las normas e ideas opresoras que han existido en el mundo desigual en el que hemos vivido.
Desde su advenimiento como colonia de Occidente, al igual que como continente independiente de estructuras visibles de poder y opresión coloniales, África ha sido un curioso caso de estudio para el mundo entero. Muchas veces, África parece el laboratorio del mundo, y muchas veces ha sido tratada como tal. Nuestro continente es el espacio donde las empresas farmacéuticas occidentales vienen a testear sus medicamentos de forma ilegal. Esto sucedió en Kano, al norte de Nigeria, donde el gigante farmacéutico global Pfizer realizó pruebas ilegales en niños/as de un medicamento contra la meningitis que provocó discapacidades, o incluso la muerte. El continente está plagado de este tipo de historias de una desconsideración brutal hacia la vida y el ambiente de África y sus habitantes.
En lo que se refiere a nuestras interacciones con la tecnología, África suele estar posicionada como beneficiaria de tecnología, no como agente de innovación. Además, los/as numerosos/as innovadores/as y pensadores/as en el área de la tecnología suelen quedar encasillados en la innovación y la creación en torno de problemas existentes sobre el continente. Nuestras innovaciones son respuestas a la hambruna, la sequía, la enfermedad y la muerte. La tecnología en África es algo que usamos para cambiar nuestra vida, no innovamos por diversión, por placer, o para jugar. Esto es una generalización, claro, pero también es la narrativa dominante que se encuentra en línea. Este es el peligro de la historia única de la que habla Chimamanda, un procedimiento por el cual múltiples verdades se manipulan como si fueran agua y, como tal, se las fuerza a adoptar la forma del contenedor en el que se colocan.
En el cuarto oscuro de las narrativas populares de África y su gente (y sus problemas), se encuentran almacenadas las historias de mujeres, personas queer y personas con discapacidades. Vivimos una realidad compleja y de múltiples niveles, y en la que no siempre hemos sido custodias de nuestras narrativas. La invisibilidad de las narrativas y realidades africanas se arrastra tras los/as africanos/as que viven en la diáspora, con una comunalidad de experiencias compartidas a través de las fronteras continentales y a través de siglos y décadas. Pero esa realidad está cambiando, y tenemos que agradecerle a las feministas africanas por eso.
Me atrevería a decir que internet y la tecnología constituyen un espacio de poder que siempre ha recibido aportes de las mujeres y las personas LGBTIQA de África. Nuestra vida cotidiana se extiende hacia plataformas y herramientas en línea donde planificamos, compartimos, amamos y crecemos. Internet ha contribuido también a crear las formas en que nos perciben y también nuestra autopercepción. Internet es también un espacio de mucha violencia dirigida contra las personas que se expresan de maneras y con voces no conformistas. En los días del encuentro Haciendo una internet feminista en África, hubo mujeres, gente queer y no binaria, artistas, escritoras/es e investigadoras/es (por nombrar sólo a algunos/as) de África y de la diáspora que crearon un espacio para hablar de una internet feminista y de lo que ello significaría para la creación del movimiento en África. En ese espacio, encontramos puntos en común no sólo en cuanto a nuestras batallas, sino también relativos a nuestros triunfos. Compartimos tácticas e ideas, e incluso compartimos nuestras músicas y danzas. Debido a la homogeneidad con la que se presenta a África, no sabemos demasiado los/as unos/as sobre los/as otros/as, y nos separa la historia, la lengua y la lucha política. Buena parte de la información y las noticias depende de monopolios mediáticos que operan a la sombra de compañías mediáticas occidentales que, en general, cuentan con mejores recursos y tienen acceso a historias, a crear narrativas a las que nosotros/as mismos/as, a pesar de vivir en el continente, no accedemos. Lo que vemos en los medios es lo que, muchas veces, asumimos como verdadero. Vivimos llenos de conceptos equivocados sobre nuestros prójimos y sobre nuestras realidades. Las personas africanas de la diáspora, en particular, no suelen encajar en las historias y narrativas sobre África y los/as africanos/as. Internet ha creado espacios (muchas veces, polémicos) para estas conversaciones.
El hecho de contar con más de 40 feministas y activistas de toda África en una sala nos puso en contacto con nuestros propios juicios, nuestros privilegios y nuestro poder frente a las diversas luchas nacionales y regionales. En esa sala quedó claro que internet, tal como es ahora, es tan desigual como el mundo en el que vivimos. En línea se necesita el mismo tipo de amabilidad y cuidado que tenemos cuando andamos por el mundo tratando de entender los numerosos problemas con los que vivimos. Pero para que esto suceda, es necesario que haya más feministas africanas que ocupen espacios, cuenten historias, ofrezcan visiones alternativas, creen contenidos body-positive, exhiban sus cuerpos, talentos, capacidades y conocimientos. Las feministas africanas crean más espacio en línea para las mujeres africanas. Es fundamental tener la posibilidad de encontrar historias de personas queer africanas acerca de sus romances bajo la mirada de realidades sociales y culturales que son sofocantes y opresivas. Hay que hacer visible la resistencia contando con contenidos de moda para mujeres gordas, contenidos sobre sexo y sexualidad para mujeres y personas LGBTIQA con discapacidades, contenidos sobre maquillaje para chicos gay. Internet le recuerda al status quo heteronormativo que no vamos a desaparecer.
Una internet feminista debe tener más mujeres africanas, más sexualidad y diversidad, más brillantina y más ocres.
Siguen faltando muchos relatos y realidades de mujeres y personas LGBTIQA de África en línea. Una internet feminista debe tener más mujeres africanas, más sexualidad y diversidad, más brillantina y más ocres. Una internet feminista no invisibiliza los aportes de mujeres y africanos/as para el desarrollo de tecnologías y para el formateo de varios aspectos de internet. Ahora que se le pide a las personas más vulnerables que se mantengan apartadas de los/as demás, nos volcamos hacia una internet que es intolerante, racista, homofóbica y clasista, en busca de compañía y contacto con el amplio mundo. Le pedimos a personas que no tienen buenas condiciones de acceso a internet que trabajen desde su casa, con una conectividad y tecnologías de las que carecen. Obligamos a la gente a usar una internet que no ofrece suficiente información sobre cómo mostrar interés y ayudar a quiénes se ven afectados/as por la epidemia. Al no existir una cantidad suficiente de voces razonables y respetuosas de la diferencia y la diversidad, corremos el riesgo de que las personas emerjan de la cuarentena más conservadoras y más radicalizadas que antes, por haber estado accediendo a una internet que representa sólo a la minoría dominante y opresora. Sin una internet feminista que garantice el acceso y la posibilidad de influir sobre los contenidos y la gobernanza de internet, estaremos replicando un estilo de vida violento y opresivo que podría volverse inevitable.
Sin una internet feminista que garantice el acceso y la posibilidad de influir sobre los contenidos y la gobernanza de internet, estaremos replicando un estilo de vida violento y opresivo que podría volverse inevitable.
Una internet feminista con más voces africanas también constituye un espacio vibrante y dinámico. Un espacio de juego y de placer. Crear una internet feminista es algo más que una reunión de mentes afines, es también un llamado a la acción. Es reivindicar la diversidad, la seguridad y la diversión. Es una gran exigencia. Pero con una reunión como la de Haciendo una internet feminista en África, se puede empezar a presionar por los mismos cambios sociales, culturales, económicos y políticos en línea que estamos reivindicando para la vida diaria, fuera de línea. En este momento mundial de crisis y aislamiento, contar con una internet feminista que incluya y centre las voces de las feministas africanas ya no es algo simplemente necesario, sino que pasó a ser crucial.
MAKING A FEMINIST INTERNET IN AFRICA: WHY THE INTERNET NEEDS AFRICAN FEMINISTS AND FEMINISMS
The saying “we live in interesting times” has never been more true than it is now. With the World Health Organization (WHO) declaring the novel coronavirus, Covid-19, a global pandemic, most news outlets and the internet are flooded with both information and misinformation about the virus, how it’s contracted, how it’s spread and how people can protect themselves and their loved ones from contracting it. I too find myself lost in various wormholes of information and updates about the virus, as I worry about my loved ones, friends and workmates scattered across the world. In this time of self and enforced quarantine and isolation, the internet and other communication technologies have become a lifeline for many people.
With many gatherings and meetings being cancelled and postponed, the quick and easy solution that is being shared around is “well then, let’s just meet online”, and therein lies the problem: presenting the internet as a solution to a social problem, as some kind of communication silver bullet that imagines an equality of access, use and representation on the internet which is false. And this is why we need even more African feminists and feminisms on, in, around the internet, to counter the idea that technology somehow levels the playing field for all, and is an infallible solution to all our problems.
What does the current Covid-19 global crisis have to do with a gathering of activists in Africa to “make” a feminists internet? A lot in fact. When the All Women Count-Take Back The Tech! (AWC-TBTT!) project at the Association for Progressive Communications Women’s Rights Programme (APC WRP) decided to host a Making a Feminist Internet in Africa and the Diaspora (MFIAfrica) gathering in October 2019, the goal was clear. Find and bring together as diverse as possible a group of African activists, thinkers, artists and feminists to talk about technology, the internet and the power and impact it has on our lives and our work. This was not the first gathering of its kind, but it was the first such gathering held in Africa, with and for African feminists and activists.
We need even more African feminists and feminisms on, in, around the internet.
These gatherings started in April 2014, when the WRP, already curious about and working on technology and its effect and role in shaping the lived realities of women, LGBTIQA people, people with disabilities and the collective of people who exist on the margins of normative societies, called a meeting of minds and ideas to explore what a feminist internet can look like. What came from this meeting was the first draft of the Feminist Principles of the Internet (FPIs), a working and evolving feminist analysis and understanding of the role of the internet and technology in our lives. There have since been many more such MFI gatherings in East Europe, South America, Southeast Asia, Asia and more recently Africa.
Since the first Imagine a Feminist Internet meeting in 2014, a lot has changed in the technology and internet landscape all over the world. In Kenya, for example, between 2015 and 2019, active internet use in the country increased by 15 million users. This change in numbers is most visible on social media platforms such as Twitter and Facebook, with a few more women’s voices, more (although not enough) visibility of LGBTIQA people and more African voices setting old and current scores straight online. This has also become visible because of the increased incidence and reporting of gender-based violence online and technology-assisted violence. The speed of changes in technology significantly affects how our societies function and evolve. Technology has thrust communities of people online and offline into a space where the online realities and emerging issues do not have offline processes and recourse. Online gender-based violence, for example, has been a pressing concern raised by many women, LGBTIQA and gender non-conforming people, but legislation that recognises and acts on these attacks and violence is largely absent in many African countries. Because of this, the online space has become a “safe space” for people and communities of people to attack women, LGBTIQA people and enbies and mostly get away with it. This bridging of our understanding and learning around how inextricable our online and offline lives and realities have become remains important work that the WRP and thousands of other activists and present voices online continue to do. In many ways, the internet feels like a brave new world that is in danger of mirroring oppressive norms and ideas that have existed in the unequal world we have lived in. The inequality of access to and representation on the internet is fast replicating existing oppression and suppression. Africa’s particular voice and history in this dynamic needs to be a loud and powerful narrative that shifts the dominant white tide towards a different and more inclusive internet.
The inequality of access to and representation on the internet is fast replicating existing oppression and suppression. Africa’s particular voice and history in this dynamic needs to be a loud and powerful narrative that shifts the dominant white tide towards a different and more inclusive internet.
Africa, since its advent, both as a Western colony and as a continent independent of visible colonial structures of power and oppression, has been a curious case study for the world. Many times, Africa feels like the word’s laboratory, and many times it has been treated as such. Our continent is the space where Western pharmaceutical companies come to test drugs illegally. This happened in the northern state of Kano in Nigeria, when the global pharmaceutical giant Pfizer illegally tested an anti-meningitis drug on children that caused their disability or death. The continent is littered with such stories of rampant disregard for the lives and environment of Africa and its inhabitants.
When it comes to our interactions with technology, Africa is often positioned as a beneficiary of technology, not an innovator of it. In addition to this, the many innovators and thinkers of technology are often pigeonholed into innovating and creating around existing problems on the continent. Our innovations are responses to famine, drought, disease and death. Technology in Africa is something that we use to change our lives, we do not innovate for fun, for pleasure and for play. This is a generalisation of course, but also, this is the dominant narrative you will find online. This is the danger of a single story that Chimamanda speaks of, where multiple truths are treated like water and forced to take the shape of the vessel they are poured into.
In the dark corner of the popular narratives of Africa and its people (and problems) you will find shelved the stories of women, queers, and people with disabilities. We live a layered and complex reality where we have not always been the custodians of our narratives. This invisibility of African narratives and realities trails after Africans living in the diaspora, with a commonality of experiences shared across the continental border and over centuries and decades. But this is shifting, and we have African feminists to thank for this.
Technology in Africa, is something that we use to change our lives, we do not innovate for fun, for pleasure and for play. This is a generalisation of course, but also, this is the dominant narrative you will find online.
The internet and technology are a powerful space, I daresay force, that African women and LGBTIQA people have always contributed to. Our everyday lives extend to online platforms and tools where we plan and share and love and grow. The internet has helped shape how we are perceived and how too we perceive ourselves. The internet is also a site of great violence that is directed at people who express themselves in ways and voices that do not conform. For the days during the Making a Feminist Internet in Africa gathering, women, queer and non-binary folx, artists, writers and researchers (just to name these few) from Africa and the diaspora created space to talk about a feminist internet and what it would mean for movement building in Africa. In this space we found a commonality of not only struggles, but triumphs. We shared tactics and ideas, we even shared our music and dances! For all the homogeneity that Africa is presented as, we don’t know enough about each other and we are divided by history, language and political strain. A lot of news and information is controlled by media monopolies, that operate in the shadow of Western media houses that most times are better resourced and are able to access stories and shape narratives that despite us living on the continent we cannot access. What we see in the media is many times what we take as truth. We sit with many misconceptions about each other, and about our realities. Africans in the diaspora in particular don’t easily fit into stories and narratives about Africa and Africans. The internet has created (sometimes contentious) spaces for these conversations.
Having over 40 feminists and activists from all over Africa in one room, made us aware of our own judgements, privilege and power in the face of various national and regional struggles. In the room, it became clear that the internet as it is, is as unequal as the world we live in. The same kind of kindness and care that we move in the world with when trying to understand the various problems that we live with, is needed online. But for this to happen we need more African feminists taking up space, telling stories, giving alternative views, creating body-positive content, showing off our bodies and talents and skills. African feminists make more room for African women online. The power of finding stories by queer Africans talking about their dating lives under the gaze of oppressive and suffocating social and cultural realities, is critical. Finding fashion content for fat women, sex and sexuality content for women and LGBTIQA people with disabilities, make-up content for gay boys, is resistance made visible. The internet reminds the heteronormative status quo that we will not disappear.
…we need more African feminists taking up space, telling stories, giving alternative views, creating body positive content, showing off our bodies and talents and skills. African feminists make more room for African women online.
We are still missing many stories and realities of African women and LGBTIQA people online. A feminist internet must have more African women, more sexuality and diversity, more glitter and ochre. A feminist internet does not invisibilise the contributions of women and Africans to developing technology and shaping various aspects of the internet. At a time when the most vulnerable people are being asked to stay away from others, we are turning to an internet that is bigoted, racist, homophobic and classist for company and connections with a wider world. We are asking people that do not have meaningful access to the internet to work from home on connections and technology that they don’t have. We are forcing people to turn to an internet that does not have enough information about how to show care for those affected by the epidemic. Without enough voices of reason and care for difference and diversity, we are in danger of people emerging a month after quarantine more conservative and more radicalised than before, through accessing an internet that represents a dominant and oppressive minority. Without a feminist internet that ensures that all people can access and influence content and governance of this internet, we will be replicating a violent and oppressive way of life that might eventually be inescapable.
A feminist internet with more African voices is also a vibrant space. A space to play and a place of pleasure. Making a feminist internet is more than just a gathering of like minds, it is also a call to action. It is a demand for diversity, and safety and fun. It is a big ask. But one gathering at a time, like the Making a Feminist Internet in Africa meeting, it is possible to begin to push for the same kinds of social, cultural, economic and political changes online that we demand offline/onground. In this global moment of crisis and isolation, the need for a feminist internet, one that includes and centres the voices of African feminists, is no longer necessary, it is crucial.
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